Así lo afirma el Informe sobre Libertad Religiosa que cada dos años presenta Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN). En él se analizan 194 países, de los que 90 presentan restricciones graves a la libertad religiosa, entre ellos los más poblados del mundo: China, India, Indonesia, Rusia, Pakistán o India. «Me gustaría ser optimista, como cristianos creemos en la esperanza, pero la realidad es que la situación ha empeorado en los dos últimos años», explica Javier Menéndez Ros, presidente en España de AIN, que presenta el informe simultáneamente en cinco países y en seis idiomas. La cifra de millones de perseguidos se mantiene estable, pero el acoso que sufren es más duro, sobre todo por el auge del radicalismo islámico.
Regímenes políticos con constituciones aconfesionales, como Argelia, Túnez, Libia y Siria, se ven presionados por grupos islamistas que impulsan legislaciones restrictivas. Menéndez explica que «la libertad religiosa es un barómetro que mide también la libertad democrática, porque donde no existe una suele faltar también la otra» y afirma que AIN «sólo pide que se cumplan los derechos humanos, los de la Declaración de 1948, que incluye el derecho al culto, a evangelizar y a vivir de acuerdo con la fe en público y en privado».
El informe recoge algunas mejoras (por ejemplo, los presos en Cuba vuelven a recibir asistencia religiosa), enumera casos de criminalidad organizada (bandas de narcotraficantes atacan escuelas católicas o mormonas que sacan a jóvenes de las calles y la droga) y campañas de gobiernos hostiles con la jerarquía católica (Bolivia, Venezuela o Nicaragua, por ejemplo).
Más grave es la situación en Arabia Saudí y Yemen: toda manifestación no islámica está prohibida. En Irak la violencia contra las comunidades cristianas es dramática. Para Miguel Ángel Ruiz, misionero español en Lahore (Pakistán), el caso de Asia Bibi y el sangriento asalto a la catedral sirocatólica de Bagdad son signos de un cambio de tendencia: el fundamentalismo islámico, que se centraba en atemorizar a musulmanes moderados o de otras facciones, podría estar empezando a prestar más atención a las minorías cristianas de todo el mundo.
En Nigeria, el país más poblado de África, 12 de sus 36 estados han empezado a aplicar la sharia en el ámbito penal, lo que incluye castigos de flagelación, amputaciones y muerte por lapidación. En Somalia no queda ni un solo centro cristiano abierto al culto. «China, pese a su intento de lavado de imagen en los Juegos Olímpicos, sigue en cabeza en la falta de libertad religiosa; los obispos que soltaron durante los Juegos vuelven a estar bajo arresto domiciliario», denuncia Javier Menéndez.
El comunismo vietnamita empieza a dar gestos tímidos de mejora pero Corea del Norte sigue siendo un Estado opaco y oficialmente ateo.
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