Invitar a casa a cenar a amigos íntimos y familiares es un placer. Se disfruta de su compañía, todo el mundo se pone al día de las últimas notícias y se comparte buen comer y buen beber. Aunque es muy tentador solicitar un servicio de catering, con los íntimos es mejor cocinar uno mismo.
En muchos países, la tradición de la cocina casera se mantiene y soy fiel partidaria de este gesto. No hace falta complicarse la vida ni fastidiarse el aperitivo por estar ocupado en la cocina con los últimos toques. Se puede servir orgullosamente una ensalada variada, un plato de pasta y una macedonia natural.
No es lo que vayas a servir sino que hayas sido tú quien lo haya preparado. Más vale servir un rostbeef frío o un pescado al horno bien presentado que la lasaña comprada en ese restaurante del que siempre hablas tan bien. Para honrar la visita de personas próximas a tí, cocina tú mismo en casa. Sencillo pero casero: anfitrión perfecto.
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