miércoles, 5 de mayo de 2010

Sólo hay dos maneras de criar a un hijo: con dinero y sin dinero


Imaginad que podéis volveros invisibles y colaros en las casas de otras personas para espiar cómo viven en su intimidad. Las casas que visitáis pertenecen a familias muy distintas entre sí. Las hay de ricos, de pobres, de blancos, de negros, de ciudades grandes, de ciudades pequeñas, etc.

Supongo que observaríais muy distintas maneras de criar a los hijos. Habrán familias que serán estrictas con su prole, otras que serán indulgentes, otras que no les harán ni caso, y así hasta el infinito.

Sin embargo, ¿qué pasaría si descubrierais que todas las familias crían a sus hijos de una manera sorprendentemente parecida salvo en dos casos? ¿Y si la filosofía educativa empleada por los padres respecto a sus hijos sólo dependiera de su clase social, de si son de clase media o clase baja?

Pues es la conclusión a la que llegó la socióloga Annette Lareau, de la Universidad de Maryland. Que los padres ricos criaban a sus hijos de una manera, y los pobres de otra. Y que ningún otro rasgo de las familias era importante a la hora de determinar el tipo de crianza de los hijos. Sólo la clase social asociada al dinero que tenían.


Lareau se fundió con diversas familias muy diferenciadas entre sí, tal y como lo hacen ahora los protagonistas de programas de televisión o reality shows como Hermano Mayor, La Supernanny o SOS Adolescentes. Lareau intentaba que las familias actuaran con normalidad, como si ella no estuviera, y luego las acompañaba a todos sitios: a la iglesia, a los partidos de fútbol, a la consulta del médico… siempre con una grabadora en mano y un bloc de notas.

Las dos filosofías de educación que descubrió, perfectamente delimitadas por la clase social y no por ningún otro factor, fueron:

-Padres ricos o de clase media: dedican más tiempo al ocio de sus hijos, apuntándoles a numerosas actividades extra escolares, como natación, música, etc. Además, estos padres se involucran con los profesores, los entrenadores o los compañeros de equipo, y trasladan a los hijos de una actividad a otra personalmente. Los padres escuchan más a sus hijos, y éstos intervienen en las decisiones de la familia.

-Padres pobres o de clase baja o media-baja: no hay planificación tan intensiva. Los niños se entretienen jugando con sus hermanos u otros niños del vecindario. Viven más separados del mundo adulto. Por ejemplo, una de las niñas que estudió Lareau tomaba clases en un coro después de la escuela, pero se había matriculado ella misma, por propia iniciativa, e iba andando ella misma a las prácticas, sola.

Al estilo de educación de la clase media Lareau lo llama “cultivo concertado”. Es un intento activo de “fomentar y evaluar los talentos de un niño, sus opiniones y capacidades”. En contraste, los padres pobres tienden a seguir una estrategia para el logro de un “crecimiento natural”. Consideran responsabilidad suya el preocuparse por sus hijos, pero tienden a dejarlos cultivarse y desarrollarse solos.

No hay un estilo mejor que el otro a nivel moral. De hecho, los niños de familias pobres se quejan menos, son más dóciles, más creativos a la hora de aprovechar su tiempo. Pero en términos prácticos, el cultivo concertado presenta más ventajas. Los niños pobres y de clase obrera se caracterizarán por “una sensación emergente de distancia, desconfianza y constreñimiento“. No saben tanto cómo conseguir lo que quieren.

Por el contrario, la otra filosofía de educación permite que el niño esté expuesto a más experiencias cambiantes y cultivadoras. Interioriza la idea de “tener derecho”. Aprende a trabajar en equipo y a adaptarse a entornos muy estructurados. En palabras de Lareau:

Estos chicos actúan como si estuvieran derecho a perseguir sus propias preferencias individuales y a relacionarse activamente en entornos institucionales. Se muestran cómodos en tales entornos; están abiertos a compartir la información y a reclamar atención. (…) Entre niños de clase media es práctica común cambiar las interacciones para satisfacer sus preferencias (sirviéndose de su conocimiento de las reglas). Ya desde cuarto curso, los niños de clase media demuestran autonomía para actuar en su propio favor y obtener ventajas. Así, hacen peticiones especiales a profesores y médicos para que ajusten los procedimientos al acomodo de sus deseos.

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