por Richard Roselló
Periodista Independiente
20 de Mayo del 2010
Periodista Independiente
20 de Mayo del 2010
Sin dejarse comprar el alma, fue detenida y enviada forzosamente ante un juicio sumario en 1964, privándola de su libertad por 10 años.
Fue la única mujer de aquel numeroso grupo acusada por delitos contra la Seguridad del Estado en la Causa # 309-964. Además, la única mujer enviada a una prisión de hombres, en Santa Clara, Provincia Villa Clara. Aunque sus últimos años de castigo penitenciario lo hará en la Cárcel de Mujeres de Guanajay, en la capital.
Esta heroína era la coordinadora del Frente Nacional Democrático (FND), en el centro de Cuba, cuando Fidel Castro asumió el poder e implantó el menos democrático de los gobiernos de entonces.
Ella y veinte activistas pro derechos humanos eran sancionados por colaborar con las bandas de alzados en esa provincia y en El Escambray. Su misión, a quien intentó derrocar el comunismo castrista, consistía en suministrarle víveres, ropas, alimentos y dinero, según revela la sentencia de prisión.
Las Villas era en aquellos tiempos el centro disidente de la agitación en Cuba. Y la zona más activa por sus enfrentamientos contra el ejército revolucionario.
Se vivían décadas insólitas. El gobierno perseguía día y noche a sus opositores y les cercenaba sus ideas, fusilándolo, enviándolos tras los hierros de las cárceles o con un exilio forzoso.
Como resultado miles de personas borraron su juventud en los muros tapiados de las hediondas prisiones donde cumplían condenas en las perores condiciones carcelarias. Allí dormitaban mil veces, peor, que las bestias de campo, pasando duras hambrunas.
Sin embargo, nada doblegó a esa mujer y a esa generación de cubanos que nunca comulgaron con la ideología oficial.
Por diez años, su castigo fue el aislamiento. Pero nada pudo redimirla del desprecio y la apatía de los carceleros, la comida podrida, las fiebres sin medicamentos y la resistencia frente a la soldad.
El sistema doblegaba a los hombres con el miedo y los tratos crueles y degradantes. Para evadir esos sufrimientos, había en las cárceles mucha dilación, miedo y suicidios continuos. Con apenas 46 años y ante miles de hombres, no pocos desvalidos de firmeza, aquella mujer demostró tanta solidez y dignidad, propia de su resistencia.
Nada entonces podía comprender el dolor de aquellos seres humanos que perdieron la juventud, sueños y hasta las vidas en las cárceles castristas. Pero aquel drama de los presos, sus ultrajes y violaciones tiene otro capítulo en nuestra historia.
Ésta personita de solo 1.50 metro de estatura y unos pocos kilogramos, se las vio negra al salir de prisión. El único sostén de vida le había sido confiscado y borrado. De aquel amplio taller de costura no quedó una máquina de coser en pie, un carretel de hilo, un dedal perdido; ni telas, ni tejidos.
Sin desmayar y poco a poco se fue levantando sobre sus hombros y comenzó a ver la vida, no como una habitación con todas las puertas cerradas.
Pasó el tiempo y pasó. Con el dinero de la costura, vino a la capital donde compró un cuartito. Agazapada a la humildad de su hogar, transitó la otra mitad de su vida cociendo para los vecinos en su casita de la Calle Aranguren no. 1A entre 10 de Octubre y Dolores, La Palma, en Ciudad de La Habana.
Por excepcional que parezca, nada ha podido borrarle su decencia y su ecuanimidad que siente a cada minuto por los presos políticos.
A sus 87 años sigue siendo la persona jovial, cariñosa y compartidora que hemos conocido, con una vida activa.
Nos referimos a una de las pioneras de la disidencia en Cuba. Una víctima de la represión y el hostigamiento hasta nuestros días. Su fantasma ronda aun a los adversarios. Continuamente la policía toca a su puerta. Preguntan, intimidan, observan y se alejan. Pero ella nada teme. Y si temen, es a su efecto movilizador y a su firmeza inclaudicable.
Pero en aquella mujer cabria más solidaridad y respeto, que lastima. Dura de carácter, joven de dediciones y resistente como un roble. Así es ella. Erguida y rampante.
Cada domingo se le puede encontrar por la Quinta Avenida del reparto Miramar, vestida de un impoluto blanco, símbolo de pureza y la paz.
Se trata de un miembro de las Damas de Blanco. Un grupo de valentonas mujeres, familiares de presos políticos que han tomado, pacíficamente, las calles de la capital porque las calles son de quienes las transitan.
No los canso más. Nació en Cifuentes, Villa Clara, en el año de 1922. Su nombre es un símbolo de la resistencia y se escribe con letra mayúscula. PETRA SERAFINA DIAZ CASTILLO. Finita para sus amigos.
Via Derechos Humanos en Cuba: http://feedproxy.google.com/~r/DerechosHumanosCuba-Cappf/Cdhd-2506/~3/0kVCQBx2Hko/un-simbolo-de-la-resistencia-en-cuba.html
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