La mayoría de las informaciones se refieren a los tres muertos de Atenas como simple resultado de la dramática crisis económica que abate al país heleno. Muy pocos condenan con suficiente contundencia actuaciones sindicales que sólo pueden calificarse de terroristas.
Ayer mismo, uno de los manifestantes griegos, mientras observaba impasible las ruinas de una sucursal bancaria cuyo incendio provocado había asesinado a personas inocentes, declaraba lo siguiente: "no debemos permitir que estas muertes nos desvíen de nuestro objetivo: la guerra contra el capitalismo y el Estado".
Una vez más, observamos que se entrega una especie de patente de corso, para el uso de la violencia terrorista, a sindicatos y fuerzas políticas de la izquierda radical y antisistema. Así como se persiguen e ilegalizan los partidos xenófobos o fascistas, debería hacerse exactamente lo mismo con aquellos que desean convertir a Europa en una dictadura soviética.
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